Monday, March 28, 2011

HADA

Llevaba años caminando por un bosque de tonos grises, la apatía y la superficialidad dominaban su mundo. Había renunciado al sol, para juntarse con todos los animales nocturnos y ver como su cuerpo y su alma se iban desgastando al ritmo de la música más triste. Había olvidado sonreír de verdad, su corazón era como el metrónomo que nunca alteraba su ritmo, el medidor perfecto de la infelicidad y el paso del tiempo. Sus noches cada vez más oscuras y solitarias le habían convertido en un animal más, el más vulgar de todos, uno que ya no lucía en ningún lado.

Cada día que pasaba veía como el resto de animales se alejaban sin que él se inmutara. Ya no le importaba nada, sabía que se merecía aquella solitaria compañía que le rodeaba. El alcohol que usaba para sanar sus heridas hacía tiempo que había dejado de funcionar, pero a él no le importaba, le gustaba sentirlo, era lo único que le sujetaba a la realidad.

Pero mientras él se convencía cada vez más de su renuncia a la felicidad, a recuperar lo que un día le había hecho sentirse vivo cuando era un niño, el deseo de todo lo soñado; comenzó a oír una música lejana que levemente le hacía sonreír. A medida que pasaban los días, esa dulce melodía estaba cada vez más presente en sus noches, alterando por primera vez en mucho tiempo el compás de sus latidos.

Sin saber cómo, sólo por instinto, él comenzó a esperar las noches de nuevo con una ilusión olvidada, sus días ya sólo tenían el sentido que le daba esperar a escuchar la música que alegraba su alma. Deambulaba por su bosque en búsqueda del origen de aquel sonido que no sabía hacia donde le llevaría.

De pronto una noche, aquella banda sonora angelical comenzó a acompañarse de las letras más hermosas que había escuchado. Su corazón comenzó a acelerarse como el contador de la bomba que va a estallar en cualquier instante. Podía ser verdad, que alguien le hiciera sentir aquello, era él merecedor de aquellas palabras que le hacían reir a carcajadas, que le devolvían de nuevo a la vida.

A partir de ese instante, él comprendió que su mundo estaba cambiando para siempre. Ya no tenía sentido estar triste, no tenía ninguna lógica aquel modo de vida que un día invento para sobrevivir; porque en algún lado aquellas canciones le recordaban quien era y lo que siempre había soñado. Con cada nota, sus heridas cicatrizaban a un ritmo más rápido del que él nunca hubiera soñado.

Un día, mientras seguía caminando por su bosque con el único objetivo de hallar por fin a la creadora de toda aquella magia, pudo divisar al contemplar un lago cristalino, como las ondas de la música formaban en el agua una hermosa figura de mujer. A la vez, que él se vio reflejado de nuevo con su forma humana, estaba recuperando su alma.

Ahora todos sus sueños eran iguales, en todos aparecía aquella mujer misteriosa que le había robado su corazón. Se despertaba con la más grande de las sonrisas y sólo anhelaba poder descubrir por fin a la creadora de aquellas melodías celestiales y abrazarla por haberle devuelto a la vida.

Las letras de las canciones cada vez eran más hermosas y respondían a los gritos de su corazón. Cada vez los sentía con más fuerza y más cercanos. Entonces un día después de caminar cinco horas, habiendo dejado los altos árboles del bosque, para haberse adentrado en una llanura y terminar en una pequeña ciudad labrada con la más hermosa de las piedras; pudo notar como la música estaba muy cerca.

Mientras se dirigía a aquel lugar, su corazón se le salía del pecho, su cabeza no dejaba de pensar en si aquel ser maravilloso huiría al verlo en persona. Temía que todas aquellas palabras sólo salieran de un aparato musical y no fueran el producto de la mujer que vio reflejada en el lago. Pero cuando llegó al lugar, sus expectativas se quedaron cortas. Ante él contempló a la más espectacular de las hadas, que le miraba esquiva con los ojos más grandes y hermosos que jamás había visto.

La siguió dubitativo, con miedo al rechazo, con el temor más grande que había sentido a volver a perder la vida en un instante. Pero ella, no tardo en tenderle la mano y refugiarse entre sus brazos. Entonces la música sonó con más fuerza que nunca, su visión recuperó todos los colores del arco iris y su corazón se salió de su pecho para posarse en su mano cuando los labios de aquella hada rozaron los suyos. En ese momento él lo comprendió todo, miró el corazón que tenía en su mano y se lo acercó tímidamente. Había comprendido que ya no le pertenecía, que su órgano más importante era de ella, nadie se lo merecería jamás como aquel hermoso ser.

Desde ese momento, los días pasaron felices para él, porque a pesar de que la distancia a veces es mayor, la música siempre llega a sus oídos. Y aunque los días volvieron a ser reales, y muchas veces llueve en ambos corazones, incluso las tormentas se instalan en ocasiones en sus vidas y con sus truenos silencian un poco aquellas maravillosas sintonías. Él está tranquilo, porque nunca deja de escuchar la más hermosa de las letras, la que un día le hizo comprenderlo todo, la que le redescubrió su felicidad:

“Tú y yo siempre seremos uno”.